Es llamado también Copista, que se dedica a escribir a mano. Se usa especialmente para referirse a los copistas de la Edad Media.

Hasta la aparición de la imprenta, su labor era muy importante en la difusión del libro en el mundo occidental. Un copista experimentado era capaz de escribir dos a tres folios por día y escribir un manuscrito completo ocupaba varios meses de trabajo. Generalmente varios copistas trabajaban al mismo tiempo copiando lo que uno dictaba para todos,  de esta manera se obtenían varias copias del mismo libro.