Siempre que se trabaje con tipografía, se estará operando o seleccionando entre distintas variables:
Tamaño: cuerpo tipográfico. Generalmente se mide en puntos.
Dirección: relativa al grado de inclinación (cursivas o itálicas —cambian algunas estructuras vinculadas a la escritura manual— u oblicuas -simplemente se inclinan los glifos una cierta cantidad de grados).
Proporción: relacionada con el grado de condensación o expansión, tomando como normales a los signos que respondan a ciertas características formales. Por ejemplo, en la letra n, 5 módulos de alto por 4 de ancho.
Tono: referida al peso o grosor de los trazos. A mayor peso, signos más oscuros y con menores contraformas.
Las tipografías con un peso medio son las más legibles para textos largos; las muy livianas ("blancas", “lights” o “maigres”) no pueden ser distinguidos fácilmente del fondo y por lo tanto, no definen correctamente las contraformas y las muy negras (“bold” o “gras”) sacrifican la contraforma esencial para una buena legibilidad.
Contraste: es la diferencia de grosor entre los trazos de una tipografía. La legibilidad es reducida en las tipografías con alto contraste entre gruesos y finos; los trazos finos son menos visibles y los gruesos disminuyen la contraforma.
Esquema del primer gran sistema de variables: la tipografía Univers (1957), del suizo Adrian Frutiger. La variable normal es la 55. Los números responden a un código en el que la decena se corresponde con el tono (a mayor número, más peso) y la unidad con la proporción (a mayor número, más condensación). A su vez, si el número es par, la tipografía es oblicua.