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Los premios son valiosos si uno sabe tomar distancia y no creerse el cuento, a mi me generan una tensión que aprovecho para seguir exigiéndome a continuar haciendo las cosas bien.
El concurso »Los libros más bellos del mundo«, que se realiza en Leipzig, fue muy especial, pues hay una larga tradición de intercambio de Venezuela con Leipzig, una relación que ya suma 3 generaciones en 47 años y 25 diseñadores, sobre todo a través del trabajo de mi maestro Álvaro Sotillo quien ha recibido 3 Letras de Oro en ese concurso.
La otra cosa es que los premios ayudan a »validar« los caminos e investigaciones que uno se va planteando en el desarrollo del trabajo, a mi me impresionó mucho que el libro del II Concurso Nacional de Poesía Joven quedara seleccionado, es un libro que resume lo que hago: muy sencillo, sin solapas, pura tipografía, con el mínimo de recursos, casi a contrapelo de lo que normalmente se premia en esos concursos que es lo más experimental.
Por supuesto que verse al lado de diseñadores hiperfamosos —quizás demasiado— como Irma Boom, por ejemplo, es muy impresionante, y en ese sentido ayuda a dar a conocer el trabajo, no solo el mío, sino el de mi editorial y a lo mejor exagero el de una región, yo creo que los logros ya no son solo de Venezuela, también lo son de Chile, país donde resido y de donde es Javier Quintana, amigo tipógrafo que me permitió usar Violeta en el libro premiado, y de Colombia país donde mi editorial está también. Pero, si me preguntan de nuevo, creo que el premio más importante que he recibido es el II Premio Latinoamericano al Diseño Editorial, yo considero que ese esfuerzo de la Fundación El Libro es muy necesario para la región, para vernos un poco más, para pensarnos y por qué no: celebrarnos.
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